La llegada de los nuevos cambios en la mentalidad profesional está haciendo que los docentes inicien un proceso de formación y actualización, dando lugar a un nuevo modelo de profesor que desarrolla la capacidad reflexiva sobre su propia práctica y que orienta el trabajo en el aula con una metodología activa y cooperativa.
Nuevos cambios dirigidos a la mejora, a la
deseada calidad en las instituciones educativas. Por consiguiente, es la
comunidad educativa, en su conjunto, la responsable del funcionamiento del
sistema educativo; por lo tanto, todos los que la conforman (administradores,
directivos, docentes, investigadores, familias, alumnos y sociedad en general)
están comprometidos de forma activa en su mejora.
Una de las principales aspiraciones y
objetivos, que los sistemas educativos se han ido planteando en los últimos
años, ha sido la búsqueda de una mayor calidad educativa.
Y se puede comprobar cómo su definición de
“calidad” suele estar relacionada con otros muchos otros conceptos como,
eficacia, eficiencia y mejora; siendo tal la relación, que a veces es confundido
entre sí. Por lo tanto, teniendo en cuenta que “la eficacia mide el grado de
cumplimiento de los objetivos deseados, mientras que la eficiencia se refiere a
la maximización de los resultados en relación a los recursos invertidos, es
decir, una organización es eficiente en la medida que se supera lo esperado de
ella, y es ineficiente cuando sus finalidades no son claras, se puede decir que
ambos conceptos, eficacia y eficiencia se miden a través de la calidad de los
servicios” (Barber y Mourshed, 2008).
¿Por qué algunos
sistemas educativos tienen un mejor desempeño y mejoran con más rapidez que
otros?
Saber por qué algunas escuelas tienen éxito y
otras no, es decir, “comprender por qué los sistemas educativos con más alto
desempeño del mundo alcanzan resultados mucho mejores que la mayoría de los
demás, y por qué ciertas reformas educativas tienen tanto éxito, cuando muchas
otras no logran su cometido”
Para ello se han revisaron las características
de diferentes sistemas educativos de todo el mundo, incluidos diez de los
sistemas con mejor desempeño, analizando qué tienen en común y cuáles son las
herramientas que emplean para mejorar los resultados de sus alumnos. Las
experiencias de estos exitosos sistemas educativos resaltan la importancia de
tres aspectos:
1.
Conseguir a las personas más aptas para
ejercer la docencia, es decir conseguir los mejores profesores;
desarrollarlas hasta convertirlas en instructores eficientes. Se trata de contar con formación y apoyo continuo para que los docentes desarrollen prácticas cada vez más eficaces, y
3.
garantizar que el sistema sea capaz de brindar
la mejor instrucción posible a todos los niños.
Estos sistemas demuestran que las mejores
prácticas para alcanzar estos tres objetivos no
guardan relación con la cultura del lugar donde
se aplican. Asimismo, también dan fe de que pueden lograrse mejoras de
importancia en los resultados a corto plazo, y de que la aplicación universal
de estas prácticas podría tener enorme impacto para la mejora de los sistemas
educativos con dificultades, dondequiera que estén.
Por tanto, “La calidad de un sistema tiene como
techo la calidad de sus docentes”, podemos apreciar cómo se nos describe de
forma clara y detallada que los sistemas educativos con más alto desempeño
atraen de forma constante gente más capacitada a la carrera docente,
consiguiendo así que sus resultados académicos sean mejores; lo cual nos lleva
a situarnos en la perspectiva de considerar que “la calidad de un sistema
educativo se basa en la calidad de sus docentes” y a la inversa, “los sistemas
educativos con peor desempeño rara vez atraen a la docencia a las personas
adecuadas”.
Los sistemas estudiados a lo largo de este
indicador, se basan en promover dos cosas para mejorar sus sistemas:
desarrollar mecanismos eficientes para seleccionar a los docentes que reciban
capacitación docente y pagar buenos salarios iniciales; ambas cosas están
ausentes en los sistemas con bajo desempeño (Barber y Mourshed, 2008).
Estos mecanismos asumen que para que una
persona pueda convertirse en un docente
eficiente deberá poseer cierto conjunto de características susceptibles de identificación
antes de ejercer la profesión, tales como: un
alto nivel general de lengua y aritmética, fuertes capacidades interpersonales
y de comunicación, el deseo de aprender y motivación para enseñar; y todo
ello para luego ir superando varios procesos de selección.
Pero, desde la experiencia de todos los
sistemas educativos analizados la calidad depende en última instancia de la calidad de
sus docentes.
Es decir, desde esta idea se parte que si el
aprendizaje ocurre cuando los alumnos y los docentes interactúan entre sí, y es
por ello por lo que mejora el aprendizaje implica mejorar la calidad de esta interacción.
En este sentido la tarea de un sistema educativo será: “garantizar que cuando
un docente ingrese a un aula cuente con los materiales, los conocimientos, la
capacidad y la ambición de llevar a un niño a superar lo hecho el día
anterior”.
El alto desempeño requiere el éxito de todos
los niños, como tercer impulsor o indicador, determina que conseguir a las
personas más aptas para ejercer la docencia y desarrollarlas hasta convertirlas
en instructores eficientes permite a los sistemas educativos contar con la
capacidad que necesitan para ofrecer una mejor instrucción, que le conlleve a
obtener mejores resultados. Eso sí, el que un sistema educativo se pueda
aprovechar de los beneficios de una mejor instrucción dependerá de su capacidad
para hacer uso eficaz de ella y así garantizar que todos los niños y no sólo
algunos de ellos tengan acceso a una excelente instrucción.
En general, medir el desempeño no conduce
automáticamente a obtener una perspectiva sobre cómo pueden las políticas y las
prácticas ayudar a los estudiantes a aprender mejor, a los docentes a enseñar
mejor y a las escuelas a operar en forma más efectiva.
Por otra parte, todos los líderes de sistemas
educativos en vías de mejora coincidieron en que el progreso requiere
disciplina y un constante empuje. Sin embargo, incluso en este prestigioso
grupo, pocos estaban seguros de por qué habían sido exitosos: con frecuencia no
tenían una “teoría de acción” respecto de por qué les dio resultado lo que
hicieron. Y eran menos aun los que se habían formado un mapa mental de cómo los
cambios que habían realizado encajaban en un todo coherente (Barber, Chijioke y
Mourshed, 2012).
Durante las dos últimas décadas, casi todos los
países han emprendido algún tipo de reforma del sistema educativo, pero muy
pocos han logrado que su sistema mejore de deficiente a regular, de regular a
bueno, de bueno a muy bueno y de muy bueno a excelente. Por tanto, el estudio
en detalle de 20 sistemas educativos de distintas partes del mundo, y de
diversos puntos de partida, que han registrado aumentos significativos,
sostenidos y generalizados en los resultados de sus alumnos, y analiza por qué
lo que hicieron ha tenido éxito donde tantos otros han fracasado.
Se identifican sistemas que han obtenido
aumentos significativos, sostenidos y eneralizados en los resultados de sus
alumnos en evaluaciones internacionales y nacionales desde 1980 en adelante y
se clasifican en dos catergorias:
1.
El primer grupo, “sistemas de mejora
sostenida”, incluye a los sistemas que ya llevan cinco años o más de mejoras en
el desempeño de sus alumnos de acuerdo a múltiples puntos de referencia y
materias; este grupo incluye los sistemas de Singapur, Ontario y Polonia.
2.
El segundo conjunto, “sistemas de mejora
promisoria”, corresponde a los sistemas de los países en desarrollo o
emergentes que han emprendido iniciativas de reforma respaldadas por evidencia
en forma reciente, pero que ya han percibido importantes mejoras en dos o tres
años. Los sistemas de mejora promisoria incluyen a Madhya Pradesh (India),
Minas Gerais (Brasil) y a la Provincia Occidental del Cabo (Sudáfrica). Si bien
los “sistemas de mejora promisoria” no alcanzan niveles de logro elevados y
pocos participan en evaluaciones internacionales, se han embarcado en trayectos
de reformas de gran escala con técnicas innovadoras que en poco tiempo han
demostrado mejoras significativas (y, en ocasiones, notables) en las
evaluaciones nacionales.
Lo que ha confundido en gran medida el debate
sobre la mejora de los sistemas educativos en el pasado es que el trayecto que
recorre cada sistema es diferente: cada uno arranca desde un distinto punto de
partida, enfrenta expectativas diversas y opera en un contexto sociopolítico
diferente. A menudo esas diferencias han llevado incluso a expertos a dar malos
consejos. Al buscar orientación, los líderes de los sistemas educativos con
frecuencia obtienen como respuesta qué deberían hacer desde un punto de partida
distinto de aquel en el que se encuentran. En un sistema de desempeño moderado,
les iría mejor a los educadores si buscaran inspirarse en sistemas similares
que logran mejores resultados, y no en sistemas configurados y posicionados de
manera muy diferente, aun cuando estos sean los de mejor desempeño del mundo.
Referencias:
Barber, M., y Mourshed, M. (2008). Cómo hicieron los
sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos. Revista de Currículum y Formación de
Profesorado, 14(2), 301-303 http://www.oei.es/pdfs/documento_preal41.pdf
Barber, M., Chijioke, C.,
y Mourshed, M. (2012). Cómo continúan mejorando los sistemas educativos de
mayor progreso en el mundo. Preal, 16,
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